Qué es la Inteligencia Emocional
El concepto de inteligencia emocional (IE) como tal fue propuesto por Salovey y Mayer en 1990, a partir de las inteligencias intrapersonal e interpersonal de Gardner. Según estos autores la inteligencia emocional está formada por metahabilidades que se clasifican en cinco dimensiones que se constituyen como habilidades innatas en todas las personas, ya sea en mayor o menor grado:
El concepto de inteligencia ha ido siempre evolucionando y cambiando de acuerdo a las tendencias de cada momento, aunque siempre ha existido una marcada predisposición hacia su medición. De acuerdo a los intereses de los investigadores, podemos establecer la siguiente clasificación de los modelos de inteligencia (Salmerón Vílchez, 2002):
- Modelos centrados en la estructuración-composición de la inteligencia: el interés se centra en la búsqueda del factor o factores que componen-dominan en el constructo de la inteligencia, sus relaciones, identificarlos para medirlos, establecer sus relaciones y, en base a esas medidas y relaciones, poder describir diferencias interindividuales.
- Modelos centrados en el funcionamiento cognitivo de la inteligencia: su interés es el conocimiento de los procesos que dirigen las acciones para intervenir modificando cognitivamente las estructuras, de manera que la medición favorezca otras estructuras más apropiadas y complejas que permitan mayor autonomía a las personas en el aprendizaje y el conocimiento. En estos modelos destacan los trabajos de Piaget, Vigotsky, Brunner o Wallon.
- Modelos centrados en la comprensión global del desenvolvimiento social de las personas en la búsqueda de su felicidad como necesidad vital: ello conlleva necesariamente la consideración de que el funcionamiento de las personas en sociedad se produce mediante cognición y sentimiento, predominando en algunas situaciones comportamentales otras dimensiones diferentes a la cognición. Gardner se asienta como uno de los investigadores más representativos de estos modelos.
La inteligencia emocional en el ámbito de la educación
La educación de la inteligencia emocional ha de convertirse en uno de los principales Objetivos del ámbito educativo, proponiendo la formación en IE que de forma explícita y curricular, a través de materias que contengan y resalten las habilidades como vía para mejorar el desarrollo emocional del alumnado. La práctica y el entrenamiento se convierten en la metodología más propicia para la educación de la IE.
En este sentido el profesorado no debe centrarse únicamente en la enseñanza de modelos de conductas correctas, sino que además ha de prestar atención a los sentimientos y emociones. Se trata de comprender el comportamiento del alumnado desde el punto de vista de las emociones y no solo de las conductas; también se trata de enseñar una forma inteligente de sentir, de entrenar la IE.
Y la inteligencia emocional no debe de estar presente solo en el ámbito educativo, también se debe de trabajar en otros sectores como en las formaciones para sanitarios.
En el contexto educativo los docentes se convierten en los principales líderes emocionales del alumnado lo que implica el hecho de actuar como ejemplo y modelo a imitar. El profesorado capaz de captar, comprender y regular las emociones de su grupo conseguirá el equilibrio emocional del mismo. Necesitamos de una formación del profesorado que complete esa carencia formativa en el desarrollo de habilidades para gestionar nuestros pensamientos, emociones y sentimientos, competencias a la se le ha dado una menor importancia y que su adquisición conlleva a comprender mejor nuestra realidad, a mejorar nuestras relaciones personales y profesionales y en definitiva a ser capaces de ser más asertivos y felices en nuestras vidas. Como definición Salovey y Mayer en 1990, definen la IE es: “una forma de inteligencia social que implica la habilidad para dirigir los propios sentimientos y emociones y los de los demás, saber discriminar entre ellos y usar esta información y la propia acción”.
Implicaciones de la Inteligencia emocional en el alumnado
El estudio de la influencia de la IE en el equilibrio psicológico y el bienestar personal del alumnado ha sido de gran interés en los últimos años. Gran parte de dichos estudios toman como referencia la propuesta de Salovey y Mayer (1997) que definen la IE atendiendo a cuatro componentes (Fernández-Berrocal y otros, 2002):
- Percepción: una buena percepción implica saber leer nuestros sentimientos y emociones, etiquetarlos y vivenciarlos. Con un buen dominio para reconocer cómo nos sentimos, establecemos la base para posteriormente aprender a controlarnos, moderar nuestras reacciones y no dejarnos llevar por impulsos o pasiones exaltadas.
- Asimilación: las emociones y los pensamientos se encuentran fusionados y, si sabemos utilizar las emociones al servicio del pensamiento, nos ayudan a razonar de forma más inteligente y tomas mejores decisiones. Dominar nuestras emociones y hacerlas partícipes de nuestros pensamientos favorece una adaptación más apropiada al ambiente.
- Comprensión: para comprender los sentimientos de los demás debemos empezar por aprender a comprendernos a nosotros mismos. Si reconocemos e identificamos nuestros propios sentimientos, más facilidades tendremos para conectar con los del prójimo.
- Regulación: una de las habilidades más complicadas de desplegar y dominar es la regulación de nuestros estados emocionales. Consiste en la habilidad para moderar o manejar nuestra propia reacción emocional ante situaciones intensas, ya sean positivas o negativas. La regulación emocional se ha considerado como la capacidad para evitar respuestas emocionales descontroladas en situaciones de provocación o miedo, aunque este campo se está ampliando a la autorregulación de las emociones positivas.
La falta de IE y la aparición de problemas en el alumnado
Los componentes de la IE incluyen habilidades para percibir, comprender y manejar de forma adaptativa las propias emociones. La carencia de habilidades de inteligencia emocional tiene sus implicaciones sobre el alumnado tanto dentro como fuera del contexto educativo. Cuatro son las áreas fundamentales en las que la falta de IE facilita la aparición de problemas de conducta en los estudiantes (Fernández-Berrocal y otros, 2008):
- IE y las relaciones interpersonales: una alta IE nos ayuda a ser capaces de ofrecer a los que nos rodean una información adecuada acerca de nuestro estado psicológico. Para poder controlar los estados emocionales de los demás hay que ser capaz, previamente, de manejar bien los propios estados emocionales. Las personas emocionalmente inteligentes no sólo son más hábiles para percibir, comprender y manejar sus propias emociones, sino también para extrapolar estas habilidades a las emociones de los demás. En este sentido, la IE desempeña un papel fundamental en el establecimiento, mantenimiento y calidad de las relaciones interpersonales.
- IE y bienestar psicológico: existen investigaciones que proporcionan un marco adecuado para conocer los procesos emocionales básicos que subyacen al desarrollo de un adecuado equilibrio psicológico y ayuda a comprender mejor el papel mediador de ciertas variables emocionales del alumnado y su influencia sobre el ajuste psicológico y bienestar personal, por ejemplo, el modelo de Mayer y Salovey.
- IE y rendimiento académico: la capacidad para atender a nuestras emociones, experimentar con claridad los sentimientos y poder reparar los estados de ánimo negativos va a influir decisivamente sobre la salud mental de los estudiantes y este equilibrio psicológico, a su vez, está relacionado y afecta al rendimiento académico final. Las personas con escasas habilidades emocionales es más probable que experimenten estrés y dificultades emocionales durante sus estudios y, en consecuencia se beneficiarán del uso de habilidades adaptativas que les permiten afrontar tales dificultades.
- IE y aparición de conductas disruptivas: las habilidades que incluye la IE son un factor clave en la aparición de conductas disruptivas en las que subyace un déficit emocional. Los alumnos y alumnas con bajos niveles de IE presentan mayores niveles de impulsividad y peores habilidades interpersonales y sociales, lo que favorece el desarrollo de diversos comportamientos antisociales.Nota
- Al alumnado capaz de regular sus emociones negativas y mantener las positivas le será más fácil desarrollar competencias más elaboradas relacionadas con la tolerancia a la frustración o la asertividad (por ejemplo, aceptar las críticas, defender su postura de forma no agresiva, etc. (Extremera y otros, 2004).
Docentes e Inteligencia emocional
La IE se establece como un predictor importante del funcionamiento social y personal de toda persona y se encuentra relacionada con un menor número de conductas desajustadas y con un mayor comportamiento adaptado. Como ya hemos mencionado anteriormente, la IE se relaciona con una serie de habilidades como son la percepción, la valoración y expresión de de las emociones, el acceso y generación de sentimientos, la comprensión de emociones o la regulación de las emociones. En el caso de los docentes, podemos hablar de una relación entre la IE y el ajuste personal y bienestar.
Actualmente nos encontramos ante un proceso de cambio de normativas relacionadas con la educación y de Objetivos a conseguir en la etapa de escolarización. Asimismo, la afectividad y las emociones comienzan a convertirse en temas importantes a tener en cuenta en todo proceso de enseñanza y aprendizaje. El sistema educativo comienza a considerar las competencias sociales y emocionales de los estudiantes como Objetivos a alcanzar, pues constituyen aspectos primordiales en su desarrollo y además se relacionan con el éxito académico.
No obstante, para que los estudiantes desarrollen habilidades emocionales y afectivas relacionadas con la IE, precisa de un docente que se convierta en su educador emocional.
En este sentido, la competencia social y emocional del profesorado resulta imprescindible para llevar a cabo procesos de enseñanza y aprendizaje efectivos en cuanto a la consecución de dichos Objetivos se refiere. Por tanto, se trata de promocionar la inclusión socio-emocional en nuestras aulas, siendo conscientes de que el profesorado se consolida como el referente principal en relación a actitudes, comportamientos, emociones y sentimientos, para sus alumnos y alumnas en el aula.
Ello implicaría la inclusión de nuevos campos de trabajo relacionados con la inteligencia emocional como son la percepción, comprensión, regulación de las emociones, relaciones interpersonales, comunicación, etc. formando a docentes conscientes del papel que las emociones juegan en el aula.
Esta nueva incorporación conlleva implicaciones positivas en los resultados del trabajo diario de los docentes que afectan a los procesos de aprendizaje, a la salud mental y física, a la calidad de las relaciones sociales y al rendimiento académico y laboral que puede contribuir a generar un buen clima de aula, a disminuir el nivel de estrés propio de esta profesión, a la mejora de las relaciones interpersonales con el alumnado, etc. Se trata de proyectar durante su labor diaria una personalidad comprensiva que va más allá de la visualización de las conductas de los estudiantes, pues se ha de profundizar en las emociones que llevan implícitas dichas conductas, a la comprensión, a la creación de un clima de diálogo y entendimiento, escucha activa, etc.
La formación “emocional” del profesor
La formación inicial del docente ha de ir encaminada, entre otros aspectos, a preparar un profesorado capaz de crear entornos de aprendizajes positivos que fomenten el desarrollo, aprendizaje y bienestar del alumnado, a fin de ser el contexto educativo un precursor del reflejo más positivo que una sociedad debe demandar.
Un clima adecuado se relaciona con un desarrollo psicológico ajustado, un desarrollo saludable, un aprendizaje óptimo, la disminución de conductas disruptivas, buenas relaciones grupales y empatía emocional. Cuando somos capaces de desarrollar en nuestro alumnado estas competencias emocionales básicas, será fácil establecer otras capacidades como su autonomía, responsabilidad y actitud crítica.
Cuando el equipo docente sabe educar emocionalmente, el alumnado disfrutará más en la escuela, construirán más fácilmente su propia autoestima, tendrá un mejor rendimiento académico y una mejora de la creatividad, transcendiendo a ellos las cualidades humanas del profesorado y originándose una disminución de los problemas relacionados con la disciplina y favoreciendo un ambiente escolar menos agresivo (Dueñas Buey, 2002).
Aun así, nos encontramos en un momento de descubrimiento de la relevancia e influencia de la emoción en el trabajo en el aula en el que muy pocos centros escolares tienen establecidos contenidos y Objetivos relacionados con la inteligencia emocional.
La responsabilidad del desarrollo socio-afectivo del alumnado partirá como todo proceso educativo de la concordancia y armonía entre la familia, pues es el modelo emocional básico y conforma el primer espacio de socialización y educación emocional y por otro lado el ámbito formal educativo, donde el profesorado, con respaldo de las leyes educativas, conformarán contextos educativos emocionalmente inteligentes.
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Bibliografía
Manual Afoe: Curso Inteligencia emocional y resolución de conflictos (2018).