Las primeras investigaciones sobre este ámbito se iniciaron en la década de los 60, con la identificación y definición de los elementos en los que se fundamenta la metodología. El objeto central de los estudios era comprender cómo se lleva a cabo el proceso de diseño, en qué campos del conocimiento resultaba adecuada su extrapolación y en especial, cuáles eran las habilidades que caracterizan la singularidad de quienes la diseñaban, esa sensibilidad para emparejar las necesidades de las personas con las posibilidades tecnológicas existentes, según los términos empleados por Brown (2008). A finales de la década de los ochenta comienza la implementación del concepto, con una expansión muy destacada en los últimos años.
Existen diversas formulaciones para identificar las posibles secuencias del DT. En la siguiente figura reproducimos tres modelos:
Nuestro interés se centra en la incorporación de los paradigmas del DT al ámbito formativo. En McIntosh (2016) se señala, la necesidad de diseñar proyectos educativos renovadores, que puedan implementarse en el contexto del aprendizaje en grupo. También podemos preguntarnos por la manera en que los grupos de estudiantes pueden abordar con éxito los nuevos desafíos del diseño. Las experiencias transformadoras que se han desarrollado bajo el paraguas del DT resultan muy valiosas para responder a estos retos:
- Por una parte, es una metodología que permite colocar a la persona, en este caso al alumnado, en el centro del proceso educativo. El DT implica diseñar para y con estudiantes, es decir, con el objetivo de identificar sus necesidades reales y de encontrar mecanismos eficaces de ayuda. Se abandonarían, por tanto, planteamientos obsoletos, focalizados estrictamente en los contenidos o centrados en la superación de pruebas y exámenes.
- El DT constituye una guía para la obtención de la información necesaria (a través de la observación, mediante entrevistas, analizando procesos…) y ponerla en valor a través de dos procesos interrelacionados: idear y prototipar soluciones (el segundo término es propio de esta metodología).
En efecto, el DT es una metodología que puede ser interiorizada por estudiantes para conseguir que aflore su creatividad a la hora de afrontar los problemas de la enseñanza aprendizaje. Los procedimientos no se ejecutan de manera aislada, sino en un contexto colaborativo, en el que se persigue la generación de empatía y la interconexión entre el alumnnado.
En ésta metodología, cada docente se desliga de la condición de poseedor del conocimiento y pasa a constituir un elemento que facilita a cada estudiante el autoaprendizaje. Los mecanismos del DT permiten diferenciar, sin embargo, una doble visión:
- En efecto, el profesorado debe llevar a cabo el procedimiento descrito para que el alumnado ejercite el pensamiento creativo. Se requiere de nuevo un rol de dinamización para seguir todos los pasos, controlar tiempos y fomentar la conversación y el debate entre todos los participantes.
- Además, cada docente puede incorporar estos planteamientos a su quehacer diario en el aula, en el marco de otras actividades e incluso en la aplicación de otras metodologías. El DT ofrece posibilidades de enriquecimiento en el abordaje de nuevas actuaciones.
Esta metodología innovadora se describe junto con otras metodologías en el curso de Metodologías innovadoras en los procesos de enseñanza aprendizaje, donde se presentan ejemplos de cómo trabajarlos en la función docente.